

Por: Lic. Gisela Cernadas desde China
La fama y la utilización del dólar como divisa de cambio internacional proviene del acuerdo Bretton Woods firmado sobre finales de la Segunda Guerra Mundial (1944), por medio del cual los dólares estadounidenses eran convertibles con el oro y, luego, todas las monedas convertibles con el dólar. Sin embargo, tras la caída del patrón dólar-oro en 1971, lo único que respalda la emisión de dólares es la confianza de quienes los utilizan. Confianza, simple y llanamente, confianza. Desde entonces, el dólar se ha convertido en divisa en el comercio exterior, en unidad de medida, en reserva de valor y en reserva internacional.
La crisis económica global a la que asistimos en el 2020 agudizó un escenario que desde comienzos del nuevo siglo avizoramos: la emergencia de China como un actor de peso económico global. Mientras que valuado a precios corrientes las cifras difieren, una mirada con valores constantes del año 2010 con PPA (es decir, utilizando los mismos precios correspondientes año 2010 para valuar la producción en ambos países), China pasó de representar el 6,43% del PBI mundial en el año 2000 al 17,32% en 2019, mientras que Estados Unidos pasó del 20,92% al 15,78% para el mismo período, una gran pérdida de poder económico en términos relativos.
El flujo de inversiones exteriores desde el país asiático, su preponderancia en la demanda de exportaciones mundiales, y su iniciativa para crear acuerdos de cooperación multilaterales frente a la vuelta al bilateralismo que la administración de Trump pregonó, acompañaron el empoderamiento económico con empoderamiento geopolítico chino.
Ante la creciente influencia China, ¿sería lógico esperar un desplazamiento del dólar estadounidense por el yuan chino?
Para el segundo trimestre de 2020, el 61,26% de las reservas de los países 149 miembros del FMI se encontraba en dólares, seguido por el 20,27% en Euros, mientras que el yuan chino ocupó el quinto lugar (2,05%), según datos del organismo. En el mercado de divisas, el 44% de las monedas se cambiaron contra el dólar, 16% contra el Euro y sólo 2% contra el yuan (según SWIFT), lo que refleja una clara preferencia sobre el dólar. Lo cual marca que, por lo pronto, su creciente influencia no se ha reflejado de forma homogénea y significativa utilización del yuan como divisa, ni tampoco como activo de reserva internacional.
Sin embargo, algunos factores recientes nos permiten pronosticar que en los próximos años estas proporciones podrían cambiar de manera rotunda, entre ellos:
Para las economías con estructuras productivas desequilibradas, la restricción externa al crecimiento es un factor estructural; superarla requiere de fuertes innovaciones en términos tecnológicos, inversiones de capital y un Estado presente en la planificación estratégica del desarrollo económico. La internacionalización del yuan puede no ser una solución de fondo a la restricción externa al crecimiento que agobia a muchos países subdesarrollados, entre ellos, a Argentina. Sin embargo si, por lo menos, el comercio internacional con China se realizara en yuanes en lugar de en dólares, relajaría la restricción de divisas de los importadores locales y, con eso, aliviaría la presión sobre la demanda de dólares. Sólo en 2019, las exportaciones argentinas hacia China fueron US$ 6.325 millones (10% del total exportado), y las importaciones fueron US$ 9.258 millones (19% del total importado). Saber aprovechar el contexto de internacionalización del yuan para abrir ventanas al desarrollo productivo sectorial (que bajo la constante presión del dólar quedan relegadas al abandono debe ser una), debe ser una fortaleza de los policy makers de esta etapa política.