

Por: Leonel Juliano
Durante décadas, Estados Unidos buscó estar a la altura del “deporte más popular del mundo”. Hoy, aunque no desde lo estrictamente deportivo, atraviesa su mejor momento en el escenario internacional. En menos de una década, se convirtió en anfitrión de los tres eventos más importantes del calendario FIFA: la Copa América 2024, el Mundial de Clubes 2025 y el Mundial 2026, junto a México y Canadá. ¿Cómo llegó hasta acá? ¿Qué hay detrás de este nuevo protagonismo global?
Cuando el fútbol se juega en las oficinas y no en las canchas se pierde el romanticismo por la búsqueda de la rentabilidad. Y lo que a simple vista parece una sucesión de eventos deportivos es, en realidad, el resultado de una estrategia de expansión global que prioriza el negocio por sobre la historia. Con Europa saturada y Sudamérica atrapada entre deudas e inestabilidad, la FIFA encontró en Estados Unidos un escenario tan ideal como inevitable.
La apuesta no es ingenua. Se trata de plantar bandera en el corazón del mercado más rentable del planeta. Y aunque no canten como en las tribunas de Buenos Aires o Madrid, lo que importa son los números: la audiencia potencial, los sponsors y la capacidad de multiplicar ingresos.
Pocos países pueden presumir de tener tantos estadios modernos, funcionales y con capacidad para más de 60 mil personas. Desde el SoFi Stadium en Los Ángeles hasta el AT&T de Dallas o el MetLife de Nueva Jersey, distribuidos en distintas ciudades, con pantallas 360°, techos retráctiles, climatización, conectividad y accesibilidad. Preparados para albergar desde un Super Bowl hasta una Copa del Mundo.
Es cierto que aún no todos los estadios se llenan en los partidos del Mundial de Clubes, y que la cultura futbolera de los Estados Unidos está en formación. Pero esta falencia es, al mismo tiempo, una oportunidad, el potencial de crecimiento es enorme, tanto en lo deportivo como en lo comercial. Estados Unidos ya tiene la estructura. Ahora va camino a consolidar la pasión.
Durante años, la Major League Soccer fue vista como una liga exótica, casi de retiro. Pero algo cambió desde el arribo de Lionel Messi al Inter Miami. La MLS, que construye una narrativa hecha a medida como si fuera una película, se transformó en un laboratorio ideal para ensayar el futuro del fútbol global.
La llegada del 10 no fue casualidad, fue parte de una estrategia comercial y política perfectamente diseñada, en la que Apple firmó un contrato global para transmitir la liga, Adidas viste a todos los equipos, y los clubes comienzan a nutrirse de talento joven sudamericano, replicando el modelo europeo. Hoy, ver partidos de la MLS ya no es extraño. Se convirtió en contenido y en show. El desafío será que el espectáculo no se vuelva más importante que el juego. El efecto Messi puede marcar un antes y un después en la historia del fútbol en Estados Unidos.
No es casualidad que la FIFA haya elegido a Estados Unidos como sede de sus próximos grandes torneos. Tampoco la posible reubicación de la sede FIFA desde Suiza a Estados Unidos. Sería una señal de que el eje futbolístico global se está desplazando. Que la gobernanza del fútbol empieza a hablar más en inglés, y que los centros de poder ya no se definen solo por historia, sino por conveniencia. Estados Unidos no busca reemplazar a Europa en términos culturales o pasionales. Busca instalarse como centro de negocios y organización.
¿Estamos ante una nueva capital global del fútbol? Tal vez aún no en términos emocionales, pero sin dudas en términos estratégicos. No será la cuna del fútbol, pero hoy es el nuevo centro de operaciones de la FIFA. Estados Unidos avanza con una fórmula que combina deporte, tecnología, marketing y pasión. Y aunque el proceso aún está en marcha, todo indica que está listo para liderar el fútbol del futuro.