

Durante tres semanas, científicos, técnicos y becarios navegaron a bordo del buque Falkor Too recorriendo zonas de gran biodiversidad en el cañón submarino de Mar del Plata. El público siguió en tiempo real los hallazgos del robot submarino ROV SuBastian, que alcanzó profundidades de 3.900 metros, inéditas para la ciencia nacional. Se documentaron especies desconocidas en la región y se consolidó una interacción inédita con la comunidad a través del canal de YouTube del instituto. Imágenes como las del pulpo “Dumbo” y la estrella de mar “culona” se volvieron emblemas del proyecto en redes sociales.
En una charla en vivo desde el Atlántico, los tripulantes compartieron su experiencia en un "Schmidt Ocean Institute open house". Daniel Lauretta y la bióloga Nadia Cerino guiaron un recorrido por el buque, presentando a los pilotos del ROV, Jessica Sandoval y Joel Pérez.
“Es un vehículo submarino operado remotamente. Se opera desde cubierta, desde un cuarto de control. Le mandamos alto voltaje por un cable umbilical. Nos da toda la energía para cámara, luces, propulsores, brazos y todos los demás instrumentos que tenemos a bordo para recolectar muestras y grabar”, explicó Pérez.
Sandoval detalló que el brazo del ROV, con “dedos” flexibles impresos en 3D, permite recolectar con delicadeza erizos, almejas y otros organismos.
“Nos ayudan a tomar con mucha delicadeza muestras como erizos, almejas, o cualquier cosa que los científicos nos pidan que recolectemos para ellos”, añadió Joel. Las cámaras 4K y luces especiales son esenciales en la oscuridad total del fondo marino, mientras que el sonar evita colisiones y los lásers permiten medir el tamaño de los organismos.
El equipamiento incluye recipientes para sedimentos, bioboxes para animales grandes y una “famosa aspiradora” que, según Jessica, captura organismos flotantes sin dañarlos. “Nuestro favorito es atrapar pescados, aunque son los más difíciles. La famosa batatita estuvo ahí un rato”, bromeó Joel.
En los laboratorios del barco, Lauretta destacó la capacidad de trabajo multidisciplinario y la sala fría para manipular animales que requieren bajas temperaturas. El laboratorio principal puede albergar a veinte personas y cuenta con equipamiento para manipulación química y observación de muestras pequeñas.
La vida a bordo siguió horarios estrictos, con turnos de 12 horas. “Los horarios para nosotros fueron medio raros, pero te acostumbrás”, contó Nadia. Uno de los momentos más comentados fue la defensa de sus crías por parte de una langosta rosa: “La idea no era recolectar el ejemplar… como la langosta se puso muy defensiva, para no estresarla, siguieron con otra cosa”, recordó Lauretta.
Sobre el futuro, el científico invitó a apoyar nuevas campañas: “Cuando nos dejen. Manden muchos mensajes al Schmidt Ocean Institute… Hay muchos cañones acá en la Argentina, así que podemos hacer esto todos los años”.
El balance fue más que positivo. “Superó las expectativas de todos. Ya el ver a los animales en su ambiente fue un montón. Veníamos con la idea de verlos y entenderlos. Fue magnífico”, aseguró Nadia. Lauretta agregó que muchas especies no pudieron ser recolectadas, y que el análisis de lo obtenido llevará entre dos y tres años, especialmente en los casos de identificación taxonómica.
Entre las especies más llamativas, Nadia mencionó “el pepino gigante en forma de rinoceronte, el ‘pepicornio’”, mientras que Lauretta eligió a los pennatuláceos, “las plumas de mar”, y a Bathelia candida.
La preparación de la expedición llevó cerca de un año e involucró a Cancillería, Prefectura, el Consejo Federal Pesquero, el Ministerio de Ambiente y el CONICET. “Aprovecho para agradecer a todas las instituciones que participaron del proceso de aprobación del buque y nos dieron los permisos de muestreo”, subrayó Lauretta.
El impacto en la comunidad fue notable. “A nivel humano fue todo esto del vivo muy importante. Que la gente pueda aprender y conocer y empiece a amar la diversidad del océano… El poder tener a los niños inspirados, o ver los videos que nos acercan de adolescentes diciendo ‘quiero ser biólogo’, fue increíble”, dijo Nadia. Lauretta concluyó que la expedición permitió comprobar que el mar profundo dista de ser un “desierto” y que la heterogeneidad de los ambientes es mucho mayor de lo que se imagina.