lunes 08 de diciembre de 2025 - Edición Nº2560

Nacional | 8 dic 2025

Opinión

¿Es posible una renovación del peronismo?


Las elecciones nacionales de 2023 y 2025 confirmaron el nacimiento de un nuevo ánimo ciudadano que hoy ordena a la política argentina: un consenso social en favor de un orden ortodoxo para la macroeconomía argentina. El apoyo a ese orden no es la adhesión a una ideología (la derecha, el libertarianismo, el fascismo), ni la expresión masiva de una idolatría a Milei. En realidad, el consenso de ese orden es la base del nuevo sistema institucional pretendido por la sociedad como respuesta política al fracaso inflacionario del orden 2005-2023.


La onda expansiva de ese fracaso impacta hoy sobre el autor intelectual y político de ese viejo orden: el peronismo.

"Lo que castiga la sociedad en el peronismo es la mutación de su rol democrático histórico de gobierno: lo que en los ’80, ´90 y 2001-02 se legitimó como un partido proveedor de poder, orden, reformas y gobernabilidad, en los últimos veinte años se transformó en un partido productor de crisis."

 

En el Nuremberg electoral del 2023-25 contra el régimen económico de los últimos veinte años, el peronismo fue juzgado como el sinónimo político de la inflación y el caos. Ese sentido común de masas (y no tanto lo que haga Milei) es el factor sentimental que ordena la nueva política argentina.

 

El rechazo social a la inflación implicó además un rechazo hacia todas las formas de gestión macroeconómica que la producían, y que en la práctica fueron la política económica que el peronismo todavía reivindica: el déficit fiscal, las tarifas subsidiadas, la emisión. En ese sentido, la sociedad no solo penalizó el caos inflacionario final del gobierno de Alberto Fernandez-Cristina Kirchner-Massa sino el largo modelo económico que construyó las bases de ese caos. 

 

Por esa razón es estéril, hoy, de cara a la sociedad, pensar y plantear que una renovación real del peronismo surgiría de un debate revisionista para reivindicar a Duhalde contra Alberto o a Néstor contra Cristina, o por considerar que Kicillof es más renovador que Máximo, o que el sindicalismo o los movimientos sociales representarían mejor la nueva época que La Cámpora, ya que la crisis inflacionaria de 2023 operó como una impugnación política total contra todo un ciclo de gestión peronista que en ningún momento impulsó políticas ortodoxas (ajuste, equilibrio fiscal, inversión privada, reducción de impuestos) que evitaran la inflación. 

 

De cara a una renovación de la política, la elección del 26 de octubre de 2025 dejó en claro que el gran problema no es Milei sino las ideas económicas de la oposición en general y del peronismo en particular. La sociedad priorizó castigar la falta de ambición renovadora de la oposición, y forzó una polarización entre una mayoría mileísta y una primera minoría kirchnerista que hiciese más evidente la contradicción principal de la política argentina actual: la defensa (o no) de un orden macroeconómico ortodoxo como principio institucional básico de la nueva democracia pos-2023. No hay renovación sin una adhesión a ese orden.

 

Como parte de esa crisis epistemológica que transformó al peronismo de un partido de poder en un partido identitario, el debate político actual sobre su hipotética renovación se puede clasificar en tres tendencias erradas, a saber: 

 

1.Un peronismo woke de izquierda basado en la nostalgia programática kirchnerista, sin proyecto económico capitalista, que hace una apuesta ajena al fracaso de Milei como única fórmula posible de retorno al poder. Ética y políticamente, se trata de un Frepaso antipunitivista basado en la defensa de presos por delitos contra la administración pública. 

 

2. Un peronismo metafísico o new age, que sueña la renovación a través de ideas autodidactas de identificación cultural y buscan “el peronismo” en el último disco de Rosalía, en un retrato pop de Rosas, en el modelo futbolístico del Chiqui Tapia, en la prédica influencer sobre las convenciones ideales de la pareja y la amistad, en la adoración mestiza a Dua Lipa o en las nuevas identidades culturales del conurbano. Se trata de un peronismo sin contexto, librado a la creatividad elitista e íntima de streamers, militantes rentados, sobrepolitizados culturales e incautos.

 

3. Un peronismo dogmático basado en el mito del Perón del´45 cuya idea de renovación consiste en una batalla cultural contra la deriva woke del peronismo kirchnerista en la cual la reposición de los valores de la tradición, el nacionalismo y el catolicismo del GOU “abrirían las grandes alamedas” hacia un hombre nuevo peronista, iliberal, cristiano, nacionalista y malvinero por naturaleza. A imagen y semejanza de la figura de Moreno, se trata de un peronismo sobrerrepresentado en el streaming y muy poco representado en las expectativas de renovación que reclama la sociedad.

 

¿Cuál es la falla de estas tres hipótesis de falsa renovación que mantiene groggy al peronismo y es funcional al predominio kirchnerista? 
 

Que ninguna asume la contradicción principal planteada electoralmente por la sociedad para convalidar cualquier clase de renovación: ninguno de estos debates plantea la pregunta sobre cómo el peronismo se va a insertar en el nuevo consenso social del orden ortodoxo de la macroeconomía surgido de las últimas elecciones.

 

El peronismo solo podría renovarse y dejar de ser un consumo de entretenimiento teórico de las elites culturales y políticas si adhiere a estos principios como núcleo de coincidencias básicas de cualquier discusión:

1. No hay verdadero espíritu renovador mientras la dirigencia peronista no salga a afirmar públicamente que está en contra de: la inflación, el déficit fiscal, la emisión monetaria, las retenciones, los aumentos de impuestos, las tarifas subsidiadas, el cepo cambiario, la devaluación y toda otra causa macroeconómica que haya conducido a la crisis económica terminal de 2023. 

2. El peronismo tiene que convencer a la sociedad de que puede gobernar bien el país sin provocar inflación, gasto político del Estado y emisión monetaria. Para eso, tiene que enterrar la reivindicación del proceso 2005-23 que la sociedad rechaza. 

3. La prioridad política del peronismo es la producción, la generación de empleo privado y las paritarias por productividad, no la distribución del ingreso. 

4. El peronismo tiene una tradición histórica de poder reformista, es un partido formador de orden económico y de disciplinamiento social (Perón en 1952-55, Menem en 1989-99 y Duhalde en 2002-03) caracterizado por el ajuste, la promoción del sector privado, el control de la conflictividad y la expansión productiva. La idea de que el peronismo “no puede ajustar” o no puede tener una alianza con los sectores más modernos de la economía es una falacia del kirchnerismo para justificar su propia hegemonía distribucionista sin producción –que desembocó en el déficit fiscal- y desnaturalizar la historia del peronismo como partido de poder. 

6. La adhesión del peronismo al nuevo consenso social del orden ortodoxo de la macroeconomía no es ideológica, es la condición pre-política de su renovación para volver a ser un factor de poder, para volver a la sociedad y volver a gobernar.

 

Es probable que esta adhesión necesaria del peronismo a los nuevos aires del orden macroeconómico sea criticada y acaso rechazada por varios sectores del peronismo realmente existente que vean en esta propuesta renovadora un aval político a “las ideas de Milei” o un apoyo al gobierno. 

 

En la década del ’80, la Renovación Peronista afrontó impugnaciones similares por parte de los mariscales de la derrota de 1983 que veían en la adhesión del peronismo a la democracia liberal una adhesión oportunista e imperdonable a “las ideas de Alfonsín”. 

 

En realidad, la Renovación Peronista no imitaba al alfonsinismo sino que adhería a un nuevo consenso formulado por la sociedad para salir definitivamente de los ´70; la adhesión a la democracia era el nuevo contrato constitucional para validar cualquier hegemonía, y para el peronismo significó su resurrección como partido de clase media (el partido de las nuevas mayorías). 

 

Si en los ´80 el punto de partida de la renovación consistió en tramitar políticamente el ingreso del peronismo al consenso de la democracia, hoy el gran desafío renovador del peronismo pasa por su inserción en el consenso ortodoxo de la economía y la producción.

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias