Las ventas de juguetes registraron una caída cercana al 7% interanual en unidades, en un contexto marcado por la contracción del consumo, la pérdida de poder adquisitivo y decisiones de compra cada vez más racionales por parte de las familias. Así lo informó la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ), que advirtió además que el 70% de los productos comercializados en el mercado local es importado.
Desde la entidad explicaron que, si bien se observó una leve mejora en el ritmo de ventas sobre el cierre de la temporada, no fue suficiente para revertir la tendencia negativa acumulada durante el año. El escenario obligó al sector a apoyarse fuertemente en promociones, descuentos y financiamiento para sostener parte de la actividad.
Uno de los factores clave fue el cambio en los medios de pago. De acuerdo al relevamiento de la CAIJ, el 95% de las operaciones se realizó a través de herramientas electrónicas, como tarjetas de crédito y billeteras virtuales, mientras que el uso de efectivo fue prácticamente inexistente.
La posibilidad de ofrecer cuotas sin interés, favorecida por la baja de tasas, resultó determinante para incentivar compras de último momento y mantener el movimiento comercial, especialmente en los productos de menor y mediano valor.
En cuanto a los canales de venta, el comercio electrónico -que representa cerca del 25% del mercado- se mantuvo estable, aunque sin crecimiento. En contrapartida, el canal físico tradicional sufrió una caída cercana al 10%, impactando de manera directa en el resultado general del sector.
El ticket promedio mostró comportamientos dispares según el tipo de comercio. En las jugueterías de barrio, las compras se ubicaron alrededor de los $19.000 por unidad, en supermercados cerca de los $10.000, mientras que en cadenas especializadas alcanzaron valores promedio de $45.000.
Este esquema refleja una clara preferencia por juguetes de precio bajo y medio, tendencia que condicionó tanto la oferta como las estrategias comerciales.
El informe de la CAIJ destacó dos realidades bien diferenciadas. Por un lado, el juguete de producción nacional mostró un desempeño positivo, sostenido por precios previsibles y una relación precio-calidad alineada con la situación económica de los hogares.
En contraste, la oferta importada presentó sobreoferta y distorsiones de precios, con valores dispares para un mismo producto según el importador, lo que generó confusión y desconfianza entre los consumidores.
Los artículos económicos concentraron el mayor volumen de ventas, mientras que los juguetes premium y aquellos vinculados a licencias internacionales registraron baja rotación, especialmente en el mercado local.
Las preferencias se concentraron en categorías que combinaron valor lúdico, durabilidad, precio accesible y uso compartido. Entre los rubros más demandados se destacaron:
Juguetes de primera infancia: didácticos, apilables, encastres y sensoriales.
Juguetes de aire libre y verano: juegos de playa, pileta, pelotas, triciclos y pata-patas.
Juegos de mesa familiares: con fuerte presencia de la industria nacional.
Juguetes creativos y de manualidades: masas, kits de arte y actividades sin pantallas.
Muñecas, bebotes y peluches interactivos.
En materia de seguridad, la cámara puso en valor el accionar de los organismos de control, que aplicaron sanciones millonarias a importadores por la comercialización de juguetes sin certificación y retiraron del mercado productos que no cumplían con las normas vigentes.
Desde el sector remarcaron la importancia de adquirir juguetes certificados y en comercios formales, como una forma de cuidar a niños y niñas y garantizar estándares mínimos de calidad y seguridad.
Con un mercado todavía en retracción, la industria del juguete enfrenta el desafío de sostener la actividad en un contexto adverso, con precios contenidos, protagonismo del producto nacional y un consumidor cada vez más cuidadoso en sus decisiones de compra.