

Por: Marcelo Lescano
A decir verdad, tengo curiosidad ¿Qué hay de aquel lado? Todas las noches, las que comparto con su persona, viene a mí esa pregunta. Me imagino un sinfín de respuestas, pero ninguna logra que concilie el sueño y desata que me prenda un cigarrillo. De un par de vueltas por la habitación y ahí, recién ahí, duerma unas pocas horas.
Una noche decidí ponerle fin a mi curiosidad, y me adentré de lleno en explorar su lado de la cama. Los primeros pasos fueron en un marco de incertidumbre, me encontré con una parte de ella que nunca vi. Había preguntas sin respuestas y respuestas que, valga la redundancia, no respondían a una pregunta en particular. Siguiendo con la exploración llego al borde la cama, en el habitaban frases que nunca fueron escuchadas, que sin que nadie les diese importancia podrían saltar en cualquier momento. Abandonando el borde me dirijo a donde descansan sus pies. Veo el historial de sus huellas, Ella ingenuamente piensa que en ciertos lugares donde estuvo dejó rastro, pero lo cierto es que no es así. Le hicieron creer la importancia de sus pasos, cuando les daba igual si ella caminaba o solo se quedaba parada. Inconscientemente esto le pesa y por eso cada paso le cuesta. Dejando de lado sus pies, y con un largo camino que recorrer, llego al cabezal de la cama. Acá camino en un piso pantanoso, debido a las lágrimas que caen como lluvia. Descubro que reinan las inseguridades, escasean certezas, y la sonrisa solo se ve desde el afuera.
Llegando las cuatro de la madrugada ella se despierta, y pone fin a mi expedición. Con una previa de miradas me pregunta “¿Qué pensas?”. Con una larga pausa y premeditando mis palabras respondo “lo grande que nos queda esta cama, aunque estires tu brazo y llegues al borde del colchón, no estarías llegando al final”.
Ella me mira como si Yo entendiera algo que no debería porque entender, su mirada pasa de extrañeza a temor. Los ojos se le ponen rojos y advierto la llegada de la tormenta. Atajando la situación poso mi mano sobre su mejilla, y procedo a besar su frente. Cuando las cosas parecen ir para mejor doy comienzo a mi plan. Mis pies se enredan con los suyos dándole a entender que todo lo que camino si tuvo peso. Que ahora, y si ella me deja, quiero caminar a su par. Mis orejas llegan a donde sus frases, y una por una son escuchadas a la vez que alegremente van desapareciendo. Estando los dos en el cabezal la amparo con mi mirada, le hago entender la dimensión de su persona y lo enorme que ella me es. Una vez entendido esto último escasean las incertidumbres y ahora sí la sonrisa es visible desde todos los ángulos.
Con la habitación en silencio solo queda espacio para una última interrupción. Ella toma la batuta y con una pausa premeditada me pregunta “¿puedo conocer tu lado de cama?”.