Provincia | 28 sep 2024
Buenos Aires y el laberinto del federalismo: entrevista a Agustín Cesio
Por: Maximiliano Juárez
Agustín Cesio es politólogo y docente de la materia Política Argentina de la carrera de Ciencia Política de la UBA. Ejerció el periodismo en medios regionales de la provincia de Buenos Aires y publicó artículos en medios como Panamá Revista, La Vanguardia Digital, Nueva Sociedad y Le Monde diplomatique, edición Cono Sur. Se desempeñó en el sector privado y en el sector público nacional, provincial y municipal.
En un café de la ciudad de La Plata conversamos con Agustín sobre el diseño institucional de la República Argentina que está hecho a partir de la derrota de la provincia de Buenos Aires –Constitución de 1853- y de las consecuencias que esto significó para la autonomía económico-financiera bonaerense. Ser parte de la Confederación Argentina significó ceder poder y recursos. A continuación, repasá la entrevista donde se profundiza en los límites políticos, cognitivos y estructurales de las administraciones bonaerenses que siguen postergando hasta el día de hoy su crecimiento económico y su desarrollo productivo.
Hablemos de la provincia de Buenos Aires, sé que estás estudiando el tema hace mucho tiempo así que nos vas a dar elementos para entender este ser mitológico de la política argentina. Para empezar a veces es complejo un análisis de fondo porque se habla de la provincia desde un vínculo sentimental con las administraciones de turno. ¿Tiene que ver con que no tiene un perfil productivo definido, aunque aporte alrededor del 38% del PBI? ¿Es por sus múltiples representaciones productivas, culturales, ideológicas?
No puedo meterme en la psique de la gente, pero hablar de la provincia de Buenos Aires desde un vínculo sentimental seguramente tiene que ver con afectos o emociones, con una cultura política más inclinada al club de fans que a discutir ideas. O tal vez tiene que ver con intereses contractuales o comerciales, pero no me interesa meterme con cómo se gana la vida la gente. No soy vigilante.
Para referirse a Buenos Aires, es más útil hablar de la Argentina que se construyó. Intentar comprender eso nos permite dar cuenta del perjuicio que sufrimos, por ejemplo, en el reparto de la coparticipación o en la sub representación en el Congreso. Pero ojo, la salida a eso no es una exacerbación del provincialismo, como dice Julio Burdman, porque eso va a empeorar las cosas al acentuar el grave déficit de liderazgo con mirada nacional que ya tenemos. Si le agarramos el gustito a esos localismos vamos a terminar discutiendo por los consejeros escolares o los comisarios de pueblo. Un poco ya sucede eso.
En el siglo XIX, nuestro país era un suelo fértil para un crecimiento con rasgos igualitarios. Pero también había asimetrías constitutivas, como marca Pablo Gerchunoff: una sectorial, es decir, una brecha entre actividades económicas; y una regional, entre Buenos Aires y el resto de las provincias (hoy es entre la Región Metropolitana de Buenos Aires y el resto del país, incluyendo a nuestro interior). Me interesa enfocarme en ese gap regional. El orden constitucional de 1853, a diferencia de los de 1819 y 1826, se explica por la derrota bonaerense. Y permitió instaurar un federalismo que pretendió moderar la segunda asimetría. El reflejo estuvo en el Senado, en el Colegio Electoral que dejó de existir luego de 1994 y en la federalización de Buenos Aires, con el puerto y la aduana: un gobierno de las provincias en nuestra verdadera capital. Control político para tener gobernabilidad y control económico con compensaciones, padecido en las últimas décadas con la coparticipación de la que tanto nos quejamos. En síntesis, y extremando un poco el planteo, hay Argentina porque no hubo Buenos Aires.
La simplifiqué mucho, pero creo que así es la cuestión sobre nuestra provincia. Casi todo lo coyuntural que se discute es una derivación de lo anterior. Hoy, lo que veo es que estos debates parciales son dados de una forma algo incompleta, así nomás. Muy a tono con esta onda de los believers. Por eso escuchamos disparates como eso de invocar el Pacto de San José de Flores. ¿Quieren que la solución a nuestros problemas sea volver a la situación previa a 1859, cuando éramos un estado aparte de la Confederación Argentina? También escuchamos frases o propuestas gancheras, algunas con mucha evidencia o información torsionada, porque con los datos podés hacer muchas cosas. Me refiero a las propuestas de dividir la provincia: tienen la profundidad de una palangana, no resuelven la cuestión de fondo, solo achican la escala del problema. Si nosotros somos más o menos el 38% de la producción nacional y recibimos el 22% de la coparticipación secundaria, en el mejor de los casos tendríamos dos provincias que son 20 y reciben 10. Yo le prestaría atención a otras cosas. Va de suyo que hay que mejorar nuestra posición en el reparto de fondos coparticipables, pero también se debe modificar la forma en que la Provincia asigna recursos a los municipios (pienso que se puede modificar el Coeficiente Único de Distribución, enfatizando en variables como la atención primaria de la salud). Hay que ajustarse a la Constitución nacional, aunque sea una mala constitución, con un nuevo régimen municipal con autonomía a partir de un piso de habitantes; también se puede diseñar una regionalización enfatizando en lo productivo; de vez en cuando surgen ideas como esa de trasladar la capital provincial a Mar del Plata.
De cualquier modo, nuestra salida tiene que ser pensada desde el realismo, entendido como la posibilidad de trascender lo dado a partir de lo real, de los instrumentos existentes. Debe ser un trade off entre lo que necesita el país, que es crecer y desarrollarse, y lo que se le debe a la provincia. Encontrarle el agujero del mate a la economía nacional y restituir un estatuto fiscal provincial. Están las cuatro cosas que te dije, y hay otra, quizás contradictoria con lo que sostuve antes: Buenos Aires tiene que recuperar puntos de coparticipación. Eso va a ser a expensas de las provincias o a expensas del estado nacional. ¿Por qué no se puede pensar en un reparto más confederal del 65% a las provincias y 34% a la Nación? Hoy es 42,34% para la Nación, 56,66% para las provincias y 1% para ATN. O tal vez en el futuro se patea la pelota para arriba y sumamos ingresos con regalías o algún esquema ad hoc. Quién sabe.
Me cuesta conceptualizar las decisiones de fondo que tomaron los gobernadores que administraron la provincia desde el retorno democrático. Se habla más de Cafiero, Duhalde o Solá siempre desde una cuestión más sentimental referenciada con su historia con el peronismo. ¿Te animas a problematizar sobre estos procesos?
Trae muchos inconvenientes pensar la política y la historia política desde las simpatías personales o la lógica del club de fans, porque distorsiona las percepciones y aporta más confusión al análisis y a la acción. Esto no es Taylor Swift o el Indio Solari. No es ir a ver a Boca. O a Tigre, mejor ponerlo en esos términos porque yo soy hincha del Matador de Victoria. No se puede decir así nomás que Tigre es lo mejor que hay y Chacarita es lo peor, aunque en realidad sea un poco así...
Lo que decís de los nuevos municipios hay que entenderlo a la luz de la interna entre Menem y Duhalde. Empezó con el proyecto Génesis 2000, una cosa más ambiciosa que contemplaba la división en cuatro de La Matanza y la división en dos de Lomas de Zamora, Quilmes, Merlo, Almirante Brown y Tigre. Lo que terminó pasando fue esa partición de Morón y General Sarmiento (y la de Ezeiza a partir de Esteban Echeverría) porque ahí había intendentes menemistas, Rousselot y el hermano de Palito Ortega.
Pero eso es anecdótico. Quiero volver a lo que te dije antes, al diseño institucional hecho a partir de nuestra derrota y los sucesivos sedimentos que explican nuestra actual pérdida de autonomía económico-financiera. Somos como un país que no maneja su macroeconomía, aunque la Argentina tampoco lo hace. Es como correr una carrera de 100 metros con obstáculos y que nuestra largada esté 10, 15 o 20 metros atrás de la del resto. Eso hace que Buenos Aires sea la versión sui géneris de la política y el gobierno de la crisis. Si a eso le sumás la injerencia de lo nacional, porque la política subnacional es política nacional, como me enseñó Luis Tonelli, ¿cuál es el criterio de validación de un gobernador bonaerense? ¿Es posible establecer estándares mínimos a partir del cual decir que un mandatario es bueno o malo?
Por eso es mejor pensar en subóptimos. Ese es otro aspecto estructural de nuestra política: el federalismo argentino es el resultado de las segundas preferencias de Buenos Aires, el Litoral y el resto del país de aquel entonces. Lo que quiero decir es que en nuestro país es un error pensar la política en condiciones óptimas. Dicho esto, me parece que a un gobernador bonaerense, teniendo en cuenta que parte muy en desventaja, se lo puede valorar por sus legados. Pienso en Duhalde y su política social capilar (aunque enganchó la elección de gobernador a la del presidente), está lo que decís de Solá, gobernando a la altura de la circunstancia que le tocó. Pienso en las reformas en materia de seguridad de León Arslanian, que fue ministro de los dos que nombramos.
Es una cagada la autorreferencia, pero me viene bien para traer a colación un legado concreto. Nací en San Fernando, viví mi adolescencia y juventud en Rincón de Milberg, atrás de Tigre; viví algunos años en La Plata y ahora lo hago en Lomas de Zamora. Me falta vivir en el oeste y completo todo el Gran Buenos Aires. A veces digo en joda que la próxima mudanza va a ser a Haedo o Castelar. A lo que quiero ir es que sé de qué se habla cuando se hace mención a esto del AMBA. Además me atiendo con IOMA, me manejo en transporte público y tuve un accidente que casi me costó la vida haciendo un trasbordo. No es una jodita para las redes o una impostura cuando voy a Sociales de la UBA. Por eso me frustra un poco escuchar el debate actual alrededor del tema, entre los que creen que hay un Congo Urbano y los de la onda conurbanera, o cuando el actual gobernador habla de continuo urbano dando un debate sobre la viabilidad bonaerense que lo remonta a sus tiempos de militancia contra la Franja Morada de Económicas de la UBA…
Pero vuelvo a la cuestión de los legados. Siento que todos tiran fruta cuando se refieren a lo que se podría hacer en el Gran Buenos Aires. Gracias al arquitecto y urbanista Marcelo Corti descubrí los Lineamientos Estratégicos para la Región Metropolitana de Buenos Aires, un excelente trabajo hecho durante la gobernación de Solá que propuso un esquema matricial con doce temas de intervención. En suma, una mirada más allá de la gobernabilidad y de lo inmediato. Ahí hay una huella que se puede retomar. Hay que tomar decisiones al respecto. Kicillof tiene una vocación de legar algo a las generaciones venideras, no hay dudas sobre eso, y se percibe por ejemplo con ciertas ganas dar vuelta nuestra matriz productiva, volviéndonos una provincia energética. Pienso en el tema de la exploración offshore en Mar del Plata o la fallida instalación de la planta de GNL en Bahía Blanca. Después veo la voluntad de Milei de mear a Buenos Aires, la interna del peronismo y algunos marcos cognitivos que limitan el accionar del gobernador y me entran dudas si efectivamente podrá ser recordado por haber dejado algo.
Con Daniel Scioli, María Eugenia Vidal y Axel Kicillof se centró la discusión en materia electoral. Si serían presidentes o no. No se terminó de discutir con fuerza la decisión de desacoplar el proceso electoral de la Provincia de Buenos Aires con el de la Nación ¿Por qué la gestión se fue centrando en lo electoral? ¿O siempre fue así?
No sé si la gestión se centró en lo electoral, pero sí es cierto que las elecciones condicionan a los gobiernos. Además, introducen un elemento de crisis e incertidumbre. Por eso Felipe Solá propuso eliminar las intermedias, votar cada cuatro años. Yo no veo mal eso.
Siendo gobernadores, Cafiero y Duhalde se proyectaron nacionalmente. Luego hizo lo mismo Daniel Scioli, porque además no le quedaba otra. María Eugenia Vidal no pudo (en realidad, no hubiera podido) y prefirió volver a ser la chica de Flores. Ahora, a Kicillof tampoco le queda otra que nacionalizarse. Pero quiero volver a Cafiero y Duhalde, porque las consecuencias de sus decisiones impactaron en la provincia y explican la sujeción estructural que actualmente tenemos. Ambos no lograron su objetivo de ser presidentes, pero los platos rotos de sus cumples los seguimos pagando los bonaerenses.
En los ‘80, con el acuerdo entre Alfonsín, otro bonaerense, y Cafiero sobre la Ley 23.548 perdimos plata de la coparticipación que nunca recuperamos. Quiero quedarme con estos hechos, y no con cuantificaciones o interpretaciones que pueden ser objeto de observaciones, como la cantidad de puntos cedidos, la responsabilidad del ex gobernador Alejandro Armendáriz o la lectura del Negro Yoma, que dice que Cafiero cedió coparticipación a las provincias chicas que lo apoyaban pensando en ganar su interna con Menem para luego, como presidente, reponer el porcentaje de Buenos Aires. La verdad que esto no lo sé, si es cierto que Cafiero se desayunó la cena, comenzó a verse presidente en 1989, se gastó haciendo política nacional y no se vio venir la interna de Menem, muy sobre la raya.
En los ‘90, de vuelta la interna. Ahora la de Duhalde con Menem. Pensando en la sucesión de 1999, el lomense reformó la constitución bonaerense y enganchó la elección de gobernador con la elección presidencial, cuando la tendencia de las reformas constitucionales en las provincias era la contraria. Si a esto le sumamos el desastre ese que es la Constitución de 1994, entre tantas otras cosas por la eliminación de la elección presidencial mediante Colegio Electoral, comenzaremos a entender esto que decía antes, que la política subnacional es política nacional: las provincias dejaron de poner presidentes y pasaron a hacerlo el conurbano, la capital y menos de diez ciudades en el resto del país. Eso está explicado en Atrapada sin salida, excelente libro de María Matilde Ollier.
De Vidal no se puede decir nada, ni bueno ni malo. Scioli claramente fue un mal gobernador, porque en ocho años no dejó nada. Con Kicillof veremos, no tiene condiciones para maniobrar en beneficio propio porque padece la sujeción estructural que mencioné. En la actualidad, tiene esto de la boleta única en papel para elegir cargos nacionales. Quizás habrá en Buenos Aires elecciones concurrentes. Lo cierto es que puede tener una oportunidad para discutir que en las elecciones bonaerenses se valore lo bonaerense.
¿Qué pensas de la representación bicameral?
Es la forma en que todas las provincias, las grandes y las pequeñas, influyen en el gobierno nacional. En Diputados pesan más las provincias grandes: Buenos Aires, la capital, Córdoba y Santa Fe son la mitad de la cámara baja, aunque sus intereses no estén alineados. En el Senado están sobre representadas las provincias chicas, porque todos tienen 3 senadores. Esto es full Alberdi, el posta, no el que citan los libertarios. Desde Chile, el tipo observó la república portaliana: por eso escribió en las Bases sobre la necesidad de tener un presidente monárquico en el fondo y republicano en la forma. Pero también estudió la constitución norteamericana, por eso se concibió al Congreso como una especie de garantía para los gobernadores: antes los senadores eran dos y los elegían las legislaturas provinciales, los diputados iban en listas confeccionadas por los mandatarios. Alberdi y Urquiza fue un esquema que funcionó. Progreso y gobernabilidad, presidentes fuertes y provincias poderosas.
Ahora bien, a la bicameralidad en el orden nacional argentino se le puede objetar el método de selección: los diputados en teoría representan a los ciudadanos, pero son elegidos por las provincias, igual que los senadores. Sucede algo así en Buenos Aires: las dos cámaras se eligen por las mismas secciones. Son niveles que se eligen de igual manera, aunque haya algunas atribuciones específicas, como la designación de funcionarios provinciales por parte del Senado. Por eso algunos hablan de las legislaturas unicamerales, que en teoría no están mal, como tampoco lo están las fórmulas mixtas, que combinan la representación mayoritaria con la proporcional. Pero qué sé yo, son diseños, tal vez acá soy un mal politólogo, poco institucionalista, porque no estoy seguro de que un rediseño del poder legislativo bonaerense influya en la solución de nuestros problemas de fondo, que son los que dije más arriba. Estoy convencido de que influye más lo que pueda hacer el poder ejecutivo, que en nuestro sistema institucional es la clave de bóveda.
Si te pregunto qué hizo la democracia por la PBA, ¿cuál es la respuesta, el diagnóstico es positivo?
Yo me preguntaría qué hizo el federalismo por la provincia de Buenos Aires. La democracia, en resumidas cuentas, es la regla de la mayoría, es la forma que encontramos para procesar nuestras diferencias en paz, sin demasiado quilombo. Tenemos una república que en términos del mejor Maquiavelo, el de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, nos permite canalizar el conflicto en instituciones. Institucionalizar ese conflicto, no resolverlo. Y esa es otra forma de ver el federalismo: en 1853 se cristalizó en instituciones el conflicto primigenio entre Buenos Aires y los trece ranchos. Yo creo que llegó la hora de restituir a Buenos Aires lo que entregó para formar el país, pero sin amputarlo. Más que pelearse con las provincias, hay que redefinir nuestra relación con esa entelequia, esa cuenta corriente que es el gobierno federal.