Por: Luis Aparicio. Ex soldado combatiente de Malvinas Secretario del Cecim. (Mg Ing. Ambiental)

Cuando nos referimos a los recursos existentes en las Islas Malvinas solemos caer en la tentación de pensar que los mismos se encuentran circunscriptos a sus inmediaciones, a un territorio pequeño, casi del tamaño de la provincia de Tucumán, que no mueve la aguja en relación a nuestra superficie continental. Pero sucede que los británicos fueron ampliando el territorio usurpado luego de la guerra, en un continuo proceso sin prisa y sin pausa, de manera tal que en la actualidad comprende el mar circundante no sólo a las islas de mentas, sino también al que baña las islas Sándwiches del Sur, las Georgias del Sur y la península antártica. En suma, una cantidad inmensa de kilómetros cuadrados de mar, que contiene el tamaño de al menos otra argentina, pero de un mar no sólo bravío, ventoso y frío, sino de un mar riquísimo en recursos naturales.

Tendemos a considerar el mar por la superficie que ocupa, podemos ver en ella trazadas las rutas navegables y el acceso a los pasos bioceánicos. En su control y en el del acceso a la Antártida, reserva gigantesca de recursos de agua dulce, biodiversidad y minerales, que está sola y espera…que se renueve el tratado antártico cada vez que vence. Por si acaso los británicos ya se aseguraron su porción de la torta que “casualmente” coincide con nuestro territorio del que hace más de un siglo marcamos presencia.

Pero el mar es esencialmente volumétrico, y en esa incalculable cantidad de litros de agua salada, se desarrolla y prospera una riqueza ictícola sin parangón. Objeto del deseo de los paladares de todo el mundo, el calamar illex argentino, el loligo gahi, la merluza hubsi, la merluza negra, reinan en la acuosa región; al igual que el plancton, base de la pirámide alimenticia que sostiene todo el sistema.

El mar también tiene un techo, el aire por el cual surcan las aves australes cumpliendo su función dentro del ecosistema y tiene un piso, que alberga la vida que allí habita. Y un subsuelo, que decir de un subsuelo del que ya se sabe, que cientos de metros debajo, se encuentra desde épocas pretéritas los restos de la vida que alguna vez prosperó en la superficie. Condiciones de presión y temperatura, la han convertido en lo que en la actualidad son: los codiciados reservorios petrolíferos.

Que había petróleo, los ingleses lo supieron desde 1975 cuando enviaron un buque científico a la zona, y lo confirmaron años más tarde, que hay petróleo es un hecho, si es conveniente económicamente su extracción, dependerá de la coyuntura mundial, del precio básicamente, de su escases y de las alternativas a su uso.

En el subsuelo además hay minerales valiosos, particularmente en las zonas de falla que divide placas tectónicas, allí hay lo que se conoce como nódulos polimetálicos de particular riqueza. Esto lo saben los británicos, ya que como alguna vez Mario Volpe, un compañero nuestro ha dicho, “en lugar de explorar el espacio, los ingleses se dedicaron a explorar el fondo marino”.

Para finalizar les pido que hagan el ejercicio de imaginarse la superficie de ese mar ocupado ilegalmente por esta gente, con todos sus recursos en su techo, en su superficie, en su volumen, en su suelo y en su subsuelo; y díganme, si pueden, que haríamos con toda esa riqueza si estuviera a disposición de nuestro pueblo.

Las riquezas del mar que entra en juego cuando se habla de Malvinas son incalculables, es el futuro, debería ser “nuestro futuro”. Lo peor que nos puede ocurrir es ignorarlo.

El CECIM viene trabajando en la difusión de estos temas, que involucran la soberanía en todas sus dimensiones, promoviendo la investigación y divulgación de conocimiento de calidad, poniendo a disposición de la sociedad información sobre la vastedad de nuestros recursos. Nuestro carácter de ex combatientes de Malvinas, de colimbas, de compañeros de los que allí cayeron, lo impone como deber inexcusable.