Por: Samuel Begue

El 25 de noviembre de 2020 fue un día que quedará grabado en la memoria de los argentinos y del mundo entero, Diego Armando Maradona partió físicamente de este mundo. Todos se acuerdan dónde estaban y qué estaban haciendo cuando les llegó la noticia. Ese día, la Argentina entera se paralizó: al principio hubo incredulidad, luego profundo silencio y poco a poco las lágrimas comenzaron a cubrir los rostros. Fue un hecho inaceptable. Diego se había ido… nuestro Diego, el de todos los argentinos.

Ese día perdimos un pedacito de nuestra gloriosa Nación. Abuelos, padres e hijos se quedaron sin su ídolo. Se nos fue esa sonrisa de esperanza que nos hacía creer que podíamos comernos el mundo sin importar de donde vinieramos, pero también sin olvidarnos quiénes éramos.

Sin embargo, a cuatro años de su partida les tengo una buena noticia: Diego Armando Maradona, nuestro Diego -el de todos los argentinos que lo queremos genuinamente y no lo usamos como una pose para ganar un par de likes en X- sigue más vivo que nunca. Porque Diego vive en nuestro recuerdo y en cada una de esas imágenes inéditas que nos sorprenden a cada rato.

El hombre más fotografiado del mundo. El de la mejor actuación individual en la historia de las Copas del Mundo. El de los mil retornos. El del gol a los ingleses. El que era blanco o negro, pero gris jamás. El de las opiniones polémicas. El que luchaba por el pueblo. El gordo. El de los errores. El drogadicto. El que amaba y defendía a la Argentina. El más humano de los dioses y el más dios de los humanos.

Diego es mucho más grande que tu ideología progre, es mucho más que tu pose en redes y es mucho más que el odio de sus detractores. Si la Argentina, con sus glorias y sus penas, se encarnara en una persona sería Diego Armando Maradona. El más grande de los nuestros.

Diego es argentino y es Argentina. Es nuestro y su legado será eterno en el pueblo.

¡Bajá un ratito Diego, te extrañamos!