viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº1969

Opinión | 25 abr 2021

¿El fin del fútbol o el fin de la hipocresía?


Por: Santiago Santos

La semana que nos pasó se vio atravesada por un fuerte anuncio futbolístico que sacudió las primeras planas de todos los medios deportivos del mundo. Doce de los equipos más poderosos del mundo se cortaron por la banda y lanzaron una nueva liga por fuera de la UEFA y de la FIFA. El “big six” inglés, los tres gigantes del norte italiano, y los dos grandes españoles que llevaron de la mano al “Aleti” anunciaron lo que hacía ya meses se rumoreaba, la Superliga Europea.

En los 12 equipos protagonistas de este levantamiento se concentran las figuras más importantes del mundo, por consiguiente, se llevan también las mayores ganancias y concentran el poder de las influencias del negocio “legal” que más dinero mueve en el globo. ´

La realidad es que la noticia duró poco siendo noticia. En 48 hs. la mayoría ya había anunciado su renuncia. Como si no hubiesen sabido lo que habían firmado, uno a uno los dirigentes o dueños de los clubes comunicaron su escape del conflicto. ¿El centro de la “resistencia”? Inglaterra. Los hinchas ingleses fueron seguramente fundamentales para hacer temblar las oficinas de los magnates foráneos que se encontraron una realidad distinta a la de sus calculadoras. Junto con algunos ídolos y figuras que pusieron el grito en el cielo, y hasta el Primero Ministro inglés, Boris Johnson que amenazó con meter las narices en el conflicto para que se respeten los intereses de la UEFA. Desde la isla británica se fundió el freno a este primer intento.

Podríamos hundirnos en el análisis futbolístico de lo que significa este intento, que, por ahora, y sólo por ahora, parece haber quedado trunco. O pensar cómo llegamos a esta situación, que como dijimos, lejos de ser improvisado se viene cocinando hace largo tiempo y que, al menos a ojos de algunos, mostró recién su primer episodio.

Sin ánimos de abusar del revisionismo histórico, quizás tendríamos que mirar un episodio histórico fundacional del nuevo mundo occidental para pensar este fútbol. Vamos a proponer irnos al 9 de noviembre de 1989 y tomar la caída del muro de Berlín, hartamente caracterizado, como el punto de quiebre de la sociedad moderna. La posterior caída de la URSS, terminó de moldear nuestros días y el fútbol no fue excepción. Un nuevo mundo que empezaba a probar las mieles de la globalización perdió dos grandes ligas, e incluso selecciones competitivas como lo eran la liga soviética y la yugoslava. La FIFA se volcaba finalmente sobre el final de los 80´al ganador de la Guerra Fría y le entregaba la organización de la Copa del Mundo al futbolísticamente ignoto Estados Unidos. En 1994 los estadounidenses cambiaron los estadios de fútbol americano por canchas de “soccer”, y se encargaron junto a Havelange de que en territorio propio el Pelusa de Fiorito no diese la vuelta.

Pondremos en esos cuatro años el comienzo del “nuevo” fútbol.  Incluso ese 25 de junio de 1994 con la mítica enfermera blonda que se llevó a Diego de las canchas. Desde esos días hasta hoy los paradigmas de las grandes ligas entraron en crisis. Año tras año la globalización y las nuevas telecomunicaciones nos permitieron consumir el fútbol del viejo continente sin restricciones.

Casi sin darnos cuenta pasamos de las historias de argentinos levantándose a escuchar al Nápoli por radio, a conocer la formación del Barcelona de Guardiola de memoria, y discutir el sueldo de Cristiano Ronaldo, o el monto del pase de Neymar a algún club francés.

El fútbol dejó de discutirse adentro de la cancha, para discutirse en alguna oficina de suiza. Sin mostrarlo, fue perdiendo la picardía, casi perdió por completo ese condimento de imprevisibilidad, se convirtió en la mecánica de los números.

¿A qué nos llevó eso? A una Superliga de facto. Hoy podemos indignarnos por un anuncio, algunos sentirán orgullo por la negativa de los alemanes o de los franceses a participar de esta liga. Pero la realidad es que hoy el mundo se rige por una Superliga tácita donde los 15 equipos más acaudalados del mundo ponen las reglas del negocio. Y si el PSG le dijo que no a Florentino Pérez, no fue por otro motivo que para cuidar los intereses de su mayor accionista, el Emir catarí Nasser bin Ghanim Nassida Al-Khelaïfi, que le compró a Platini y a Infantino su propia Copa del Mundo para 2022. Pero la realidad es que en la Ligue 1 o en la Bundesliga pasa lo mismo que en el resto de las ligas. Si hoy dijeron que no, fue solo por intereses coyunturales.

Mientras tanto, el poder en cada liga de Europa se concentra cada vez más. En el resto del mundo solo nos interesa ver a los tres o cuatro equipos de cada país que se pasan los laureles cada año. La champions se mira a partir de cuartos de final, donde siempre llegan los mismos, y vemos los mismos partidos. A fin de cuentas, lo que hizo Florentino con sus amigos no fue más que resolver pragmáticamente lo que ya ocurre. ¿Qué podemos sacar como positivo de todo este teórico escándalo? El mismo presidente del Real Madrid declaró en un programa español que lo mejor que le podía pasar a los equipos chicos es que los gigantes europeos jueguen su juego y agranden sus bolsillos.

“Así le podremos comprar más caros sus jugadores” escupió sin filtro el español. Proponen una “teoría del derrame” aplicada al fútbol 11. Por estas latitudes podemos testificar que no funciona. ¿Los socios del Sunderland de Inglaterra, o el Mallorca español, verán algún día los 3.000 millones de dólares que el JP Morgan garantizó a cada uno de los 12 de la Superliga? Déjenme dudarlo.

Lo cierto es que, en el fútbol de hoy, el de la FIFA que ofrece influencias, la UEFA de los escándalos de corrupción, la CONMEBOL de los papelones ya se llevaron la esencia. Mientras nos siguen pintando un escenario de competencia leal, e igualitaria, desde acá pedimos que la hipocresía y los cuentos héroes no nos tapen el bosque.

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