viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº1969

Opinión | 2 may 2021

Por Nahuel Roldán

Algunas veces quisiera des-occidentalizarme


Por: Nahuel Roldán

Si usted piensa en sí mismo, en sí mismo se queda. 

Le pido que me escuche, que me escuche y comprenda.

Roberto Santoro.

Al momento de este texto, es otoño, y una segunda ola que no es de mares, ni de océanos, nos atraviesa y es imposible no tomar partido, estar a un lado del río, de un lado de la mecha. Imposible no meterse en la profundidad, en el barro.

Cuando se declaró el Aislamiento Social y Preventivo el año pasado (2020) la literatura japonesa llegó a mis manos como una hoja desbordada por la voz del viento, que cae y toca un cuerpo. Ese cuerpo fue el mío. Desde entonces, algunas veces quisiera des-occidentalizarme, si es que esa palabra, acaso, existe, para dejar de lado mi pensamiento occidental y poder mirar más allá, leer más haikus, y más poemas chinos. Pensar desde la sensibilidad que dicta Li Po “escalando muy alto / comienzo a darme cuenta de la pequeñez / del dominio humano”, un mar de barro profundo nos atraviesa, y a la otra orilla del río no le importa lo que le pasa al otro.

Me gustaría dejar de pensar tan lineal. Quiero decir, dejar de pensar que solamente existen dos posibilidades, dos discursos, ver el terreno entero. Quiero creer que somos mucho más, que un campo lleno de flechas políticas, que somos un pueblo. Que ya no somos el cuento escrito por Echeverría, que algo aprendimos. Quisiera creer que la solidaridad no responde a un grupo político.

Es otoño y ahora entiendo bien cuando Basho escribió “resignado de corazón / a exponerse al tiempo, / el viento me atraviesa”. Nos atraviesa un mar, que no es de aguas y no nos damos cuenta. De momentos quisiera des-occidentalizarme, para no caer en la encrucijada y dicotomía del antagonismo político, del nosotros y ellos, o más que nada para comprender, ¿por qué no es posible que haya consenso, ni siquiera, en un momento crucial de la historia?

¿Puede el odio matar más que un virus? Si.

Quisiera des-occidentalizarme para dejar de pensar en derecha o izquierda. De vez en cuando trato de estirar la mano en la bolsa de la lengua y llegar a ese punto de compresión por medio del lenguaje, a través de las palabras, pero la mayoría de las veces, al ser atormentado por miles de realidades, la crueldad desatada por la batalla política, los discursos propagados por la hegemonía, me rindo. Otras, cuando estoy a punto de descubrir un pensamiento, una pequeña luz de sensibilidad, se me escapa. Se escapa como ese rayo de luz que duerme en la copa de un árbol de otoño, mientras que [él] mundo / sufre bajo / un / manto de flores /, y estamos divididos.

Pero evidentemente, Echeverría sigue escribiendo y la realidad manda, voltea y el mar crece y es imposible no tomar partido, no elegir una mecha, una orilla del río que nos divide. Es triste darse cuenta de que la derecha en Argentina, ya no disimula.

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