

El cónclave eligió como nuevo Papa a Robert Francis Prevost, cardenal de origen estadounidense que también posee la nacionalidad peruana. Su figura representa una síntesis poco habitual: la de un hombre de Iglesia formado en EE.UU. y en Roma, pero con el alma profundamente latinoamericana.
En su discurso como papa, dedicó unas palabras en español desde el Vaticano: "Un saludo a chiclayo, en Perú. Un pueblo fiel que ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto para seguir siendo una iglesia fiel de jesucristo."
El papa León XIV estadounidense de nacionalidad peruana, dedicó unas palabras en español a la diócesis de Chiclayo, en Perú.
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Prevost, de 69 años, nació en Chicago en 1955 y se ordenó sacerdote en 1982. Solo tres años después fue enviado como misionero a Perú, donde pasó décadas de su vida religiosa. Dirigió el seminario agustiniano en Trujillo, fue obispo de Chiclayo y administrador apostólico del Callao. En 2015 se naturalizó peruano, cumpliendo con requisitos del concordato entre la Santa Sede y el Estado peruano, y desde entonces figuró con DNI vigente, según confirmó el registro civil Reniec.
Además de su labor pastoral en zonas vulnerables, Prevost tuvo cargos clave en la estructura eclesial del país andino: fue vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal Peruana entre 2018 y 2023. Ese mismo año, el papa Francisco lo llevó a Roma como prefecto del Dicasterio para los Obispos, un puesto estratégico desde el cual asesoró en la elección de obispos en todo el mundo.
Prevost en la Conferencia Episcopal Peruana
Su perfil es considerado moderado, sobrio y de bajo perfil público, aunque con fuerte capacidad de articulación dentro de la Curia. En voz baja, construyó puentes entre sectores conservadores y progresistas, y es reconocido por su cercanía al pensamiento de Francisco, por su defensa de los más vulnerables y por su mirada integradora entre el Norte y el Sur global.
Su legitimidad dentro del Vaticano y su trayectoria internacional lo consolidaron como una figura de equilibrio. Su español fluido, su experiencia latinoamericana y su formación doctrinal lo convirtieron en una opción de consenso.
Con su elección, Perú no solo suma un papa con DNI nacional, sino también un símbolo de cómo la Iglesia Católica continúa alejándose del eje eurocentrista para abrazar realidades y culturas más diversas.