

Por: Camila Flores
Pero más allá del dato histórico y el propósito objetivo con el que se llevó a cabo esta radiotransmisión, una parte de la anécdota me parece que marca un hito clave para los tiempos que corren: eran cuatro tipos aficionados.
La idea de imaginarse relatando lo que sea a través de un micrófono y que cualquiera nos pueda escuchar, es algo que debe (tal vez como todo) provenir de un deseo y una convicción. En este caso la de ser escuchado, pero, sobre todo, tener como comunicador la necesidad de decir. Sea trascendental o no, expresar una opinión, un dato. Poder ser altavoz.
Si bien con los avances tecnológicos, esta acción se ha podido llevar a cabo con otras estrategias, es decir la televisión también tiene algo para decir a través de sonido e imagen, al igual que los medios gráficos mediante la palabra escrita, la radio trasciende. Su formato, su lógica y dinámica de poder a través de la voz armar un campo de significados que llena quien lo escucha, es posiblemente de las cosas más maravillosas que posee. Dar paso a la imaginación del oyente. Distender. Ser telonera y acompañante.
Poder hablar de afición y de ambición, son dos cualidades que distinguen la era del Twich, el Spotify y las plataformas que hacen de un momento único, posiblemente repetible y superlativo en términos de herramientas.
Sin embargo, la radio con su micrófono, caminando a veces más rápido y otras más lento, pero sin freno, no solo que ha ido mutando, sino que ha sido fiel a su nacimiento. Fiel a su diseño. Fiel, sobre todo, a vos.
Hoy ella cumple años en nuestro suelo, y no merece menos que estas palabras de agradecimiento. Salud.