Por: Marcelo Lescano

Tiene todo en orden y está listo para comenzar, solo le falta el patrón. Una vez que los dos están juntos ambos dan inicio al recorrido. Levantan a uno, luego a dos, y en la siguiente tal vez a cinco. Todos van concentrados en sus asuntos, y nadie se detiene a ver un acto. ¿Qué magnitud maneja este acto? Para algunos insulso y banal, para otros gratamente placentero.

Una vez detenidos, se miran. Cada uno va en dirección contraria a la de su par, y el semáforo los pone de frente. Serán cuarenta, tal vez cincuenta e inclusive sesenta segundos que ambos se observan. Ninguno de los dos hace nada hasta que su patrón de luz verde. Una vez que ambos están de acuerdo, los patrones claro, ellos se saludan.

Cada uno intensifica la potencia de sus luces, y los patrones se saludan mediante las ventanillas de conductor.  Y ese es uno de los saludos, si el cronograma quiere se juntarán a la par de su colega. Uno abrirá la puerta delantera y el otro la ventanilla de su derecha. No usan una jerga en especial, y tampoco hablan de algo en particular. Desde el lugar de mi asiento atino a que serán comentarios sobre la charla que tuvieron antes de salir de la estación.

Una vez que el semáforo da el verde ambos arrancan manejando sus bichos de metal. Yo seguiré sentado hasta que me toque bajar. En el mientras tanto disfrutaré del paisaje y tal vez vuelva a presenciar otro saludo de las maquinas.