viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº1969

Opinión | 4 jun 2022

rincón literario

Tres de Junio

En el encuentro de esta semana entenderemos que nunca ser huésped del silencio es bueno, se necesitad libertad y rebeldía para vivir


El día entraba despacio en la habitación, como si fuera un extraño, golpeaba la ventana a la espera de que uno le abriera la cortina. El cenicero contenía tres cigarrillos ya consumados, y en el tacho de basura reposaban tres saquitos de té. Con mi compañera seguíamos en la cama, hasta que la alarma sonó tres veces y tocó levantarse. Mientras ella se cambiaba, Yo hacía un viaje al pasado, uno del que no era protagonista. 

Era un tiempo oscuro, la privaban de mucho, a tal punto que la libertad era una palabra cuyo significado desconocía. La oscuridad era un habitué en su vida, alejarse de la cercanía como tal, obligándola a que diga mentiras para el exterior; siendo ella la única consciente de la verdad. Sabía que no podía seguir así, por eso pidiendo ayuda o mediante sus medios saldría adelante.

Y así fue, un día rompió las cadenas e hizo lo que debía, brillar como la flor más hermosa del jardín del mundo. Sabía que no podía privar sus palabras, y mucho menos sus acciones. Por eso, romper la ley de la obediencia, era la anarquía por excelencia. Ponerle fin a los controles que le eran impuestos "¿Dónde estás?" "¿Con quién andas?" "No me hagas enojar". Saltar la barrera de ese peaje le era menester, lo es, si quería estar en la libertad que le corresponde. 

El tres de junio para ser precisos, fue cuando decidió vivir su vida. Expulsar al usurpador y decidir por cuenta propia el destino de sus acciones. Se sentó en la verada esperando al sol, emocionada porque nunca pensó en presenciar un amanecer. Cuando los primeros rayitos de sol se deslizaban por su frente fue cuándo finalmente pasó. Como si fuera una flor abrió sus brazos y una lágrima se deslizó por su mejilla. Eso que tanto había soñado estaba frente a ella, la libertad como tal. Desde ese día se hicieron inseparables, codo a codo, día a día.

Y volviendo al presente, se repite la acción, el sol la saluda y ella extiende los brazos en señal de saludo. Yo me quedo al lado, viendo como florece, siendo espectador de tan bello acto.

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