Por: Guadalupe Ledesma

Nunca nadie podrá apagar tanto Diego. Vive en la memoria de grandes y jóvenes, y su recuerdo perdurará en la eternidad. Las generaciones pasan pero el amor desmesurado por el ídolo popular se mantiene, al igual que la pasión por la celeste y blanca. El sentimiento se transforma, evoluciona y acrecienta con el pasar de los años. 

Durante toda su vida, Pelusa dio todo por la redonda y por la patria. Ese sentimiento genuino fue, es y será recíproco con los fanáticos.

El hincha argentino que se caracteriza por su pasión y fervor por defender los colores albicelestes, tras la partida del barrilete cósmico, sintió la ausencia pero transmutó el dolor en recuerdos y la figura del Dios más humano se potenció.

El pibe de oro fue el reflejo más claro y fiel de la sociedad argentina. Con buenos y malos momentos, con personalidades opuestas. Repleto de carisma y bondad, lleno de explosividad y excesos, puso en evidencia la argentinidad al palo. 

En cada estrofa del himno, en cada mural, en cada camiseta, en cada bandera y en cada alma, el astro argentino vivirá. Solo muere quien es olvidado y el histórico diez siempre estará presente en el corazón del pueblo.