![Julio Alak y Axel Kicillof una jornada por la reafirmación de la soberanía sobre las Islas Malvinas](./uploads/noticias/3/2024/06/20240611000015_acto-axel-alak.jpg)
![Julio Alak y Axel Kicillof una jornada por la reafirmación de la soberanía sobre las Islas Malvinas](./uploads/noticias/4/2024/06/20240611000015_acto-axel-alak.jpg)
El aislamiento social preventivo durante el brote de COVID-19 en China generó un fuertísimo golpe en la actividad productiva de la segunda economía mundial. Mientras que en el mes de abril la mayor parte del mundo estaba comenzando períodos de cuarentena, en China la actividad productiva se reanudaba apresuradamente tras la caída interanual del PBI del 6,8% en el primer trimestre.
Abruptos descensos del consumo interno (20,5%), inversión de activos fijos (24,5%) y exportaciones (17,2%) en el bimestre enero-febrero no sólo preocuparon a las autoridades del país y a los sectores empresariales, sino que pusieron en vilo al mundo entero. China es país de origen de la sexta parte de las importaciones de bienes y servicios y es el destino del 10% de las exportaciones mundiales.
La recuperación económica que comenzó desde entonces no deja de asombrar al mundo entero, tanto por la aceleración que adquiere mensualmente como por la efectividad de las políticas públicas en materia económica. En el segundo trimestre el PBI creció 3,2% y en el tercero, 4,9%; el FMI estima que la única economía grande que crecerá este año será China (2%). Pero, ¿qué hay detrás de la acelerada recuperación?
La recuperación china genera esperanzas en aquellas economías que están reanudando la actividad productiva: las previsiones para la recuperación de Argentina en 2021 son optimistas, con un presupuesto que prevé 5,5% de crecimiento del PBI. No hay recetas precisas que replicar universalmente ni dogmas sagrados que garanticen un camino de prosperidad, pero sin dudas la pandemia ha dejado lecciones en torno a la necesidad de un Estado presente en el bienestar general de la sociedad, así como en la intervención activa en la economía. El COVID 19 nos ha dejado como legado que el buen vivir de los trabajadores como clase ya no es sólo una bandera ideológica de los movimientos populares, sino una condición necesaria para que la economía funcione.