Las empresas que investigan la IA están "encerradas en una carrera fuera de control para desarrollar y desplegar mentes digitales cada vez más poderosas que nadie, ni siquiera sus creadores, pueden entender, predecir o controlar de manera confiable", dice la carta. “Si tal pausa no se puede promulgar rápidamente, los gobiernos deberían intervenir e instituir una moratoria”.
“¿Deberíamos desarrollar mentes no humanas que eventualmente podrían superarnos en número, ser más inteligentes, obsoletas y reemplazarnos?” pregunta “¿Deberíamos arriesgarnos a perder el control de nuestra civilización? Tales decisiones no deben delegarse en líderes tecnológicos no elegidos”.
El director ejecutivo de SpaceX y Tesla, Elon Musk, el cofundador de Apple, Steve Wozniak, el científico jefe de IBM, Grady Booch, el director general de inteligencia artificial de estabilidad, Emad Mostaque, y el ético tecnológico Tristan Harris firmaron la carta.
Los académicos que lo firmaron incluyen a Stuart Russell, quien dirige el Centro de Inteligencia Artificial Compatible con Humanos de la Universidad de California en Berkeley, el historiador de la Universidad Hebrea de Jerusalén Yuval Noah Harari y Sean O'Heigeartaigh, director ejecutivo del Centro para el Estudio de la Inteligencia Existencial de la Universidad de Cambridge.
Las herramientas de inteligencia artificial que están disponibles para el público se están disparando en popularidad y capacidad. ChatGPT, un chatbot impresionantemente hábil que usa el lenguaje con fluidez pero tiene problemas con la precisión, se convirtió, según algunas métricas, en la aplicación para consumidores de más rápido crecimiento en la historia en enero. Su empresa matriz, OpenAI, lanzó una nueva versión de su software de IA dos meses después. Y empresas tecnológicas como Google, Microsoft y Snapchat se han apresurado a incorporar dicha tecnología en su plataforma.
Los organismos de control de la industria han advertido que esas empresas están probando efectivamente nuevas tecnologías en el público en general, y que las empresas detrás de ellas las están implementando sin considerar consecuencias más amplias, como la forma en que podrían afectar los puestos de trabajo.
Si bien muchos están de acuerdo en que la industria de la IA está avanzando peligrosamente rápido, algunos especialistas en ética han criticado la carta por centrarse en los daños teóricos y eventuales de la IA.
La demanda hacia los firmantes de la carta es que al tratarse de los dueños, CEOs o Presidentes de grandes empresas tecnológicas que eventualmente dominarán el mercado de esta herramienta; no hacen foco en la regulación sino que proponen una pausa.