En 1996, Pepsi lanzó una campaña donde los consumidores acumulaban puntos Pepsi canjeables por artículos promocionales. Sin embargo, un anuncio televisivo presentaba un adolescente llegando a la escuela en un Harrier Jet por 7 millones de puntos, cerrando con el eslogan: “¿Cuántos puntos tienes?”.
John Leonard, un estudiante de negocios de 21 años, decidió tomarse en serio la oferta. Calculó que podía adquirir los puntos necesarios invirtiendo 700 mil dólares (a 10 centavos cada punto). El jet, de uso militar y valuado en 23 millones, estaba fuera del alcance de cualquier civil, pero Leonard vio una oportunidad.
Leonard reunió inversores, envió un cheque a PepsiCo y exigió el avión. La empresa lo rechazó, argumentando que se trataba de una broma evidente. Leonard llevó el caso a la justicia, denunciando incumplimiento de contrato y fraude publicitario.
Durante el juicio, la jueza Kimba Wood sentenció que ningún individuo razonable interpretaría el anuncio como una oferta seria:
"El joven inexperto que aparece en el anuncio es un piloto muy improbable, alguien en quien difícilmente se podrían confiar las llaves del coche de sus padres, y mucho menos las del preciado avión del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos"
Wood también destacó que, además de ser humorístico, la entrega del Harrier Jet no era posible debido a las regulaciones gubernamentales.
Si bien no pudo quedarse con el jet, John Leonard lleva una vida tranquila como guardaparques, pero su historia cobró vida nuevamente en el documental de Netflix “Pepsi, ¿dónde está mi Jet?”.
Pepsi actualizó en el anuncio el coste del Harrier Jet a 700 millones de Puntos Pepsi y agregó una aclaración que decía "Es broma".
El caso Leonard vs. PepsiCo sigue siendo un ejemplo clave de cómo la falta de claridad en el lenguaje publicitario puede derivar en conflictos legales. Una anécdota que enseña que, en el marketing, no todo vale.