Gustavo Adrián Cerati nació el 11 de agosto de 1959 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y con apenas 8 años empezó a tocar la guitarra. Durante su crecimiento fue integrando diferentes bandas musicales pero el éxito llegó cuando en la Universidad del Salvador conoció a Héctor Zeta Bosio, quien junto con Charly Alberti serían sus dos socios más importantes con los que fundaría Soda Stereo.
Además de Soda, Gustavo emprendió una muy interesante carrera como solista en donde profundizó y pudo plasmar su ambición musical en el perfeccionamiento de su arte. Abordó géneros desde la electrónica, el new wave, el hip hop, sinfónica y hasta folklore, dándole una mixtura musical única e integral. La definición que más sintetizó a Cerati fue la de su amigo personal Charly García, quien lo definió como “el arquitecto del sonido”.
En sus comienzos mostró un notable talento por el arte tanto en la música, pero también en el dibujo y la escritura. Además, desde su inicio mostró un rasgo característico de su personalidad que, con apenas 8 años, pese a ser zurdo para escribir decidió aprender a tocar la guitarra con la mano derecha para no alterar las notas y sonidos. Este detalle puede pasar desapercibido pero da cuenta de la obsesión que tenía al momento de trabajar y profundizar su dedicación.
Reconocidas figuras de la música han hecho pública su admiración por el arte de Gustavo en sus melodías, quedando asombrados por la capacidad creativa del artista argentino al momento de componer. Hoy en tiempos actuales dónde el arte musical se encuentra nuevamente como objeto de discusión debido a los “nuevos artistas” que el mainstream y la industria impone con las nuevas modas, la obra de Cerati cobra mucha más relevancia y vigencia en contraposición.
Los debates en el arte siempre han estado y la música no está exenta de eso. A diferencia de ahora, en donde se discute si determinados artistas de los nuevos géneros hacen música y se genera tanta controversia, el piso de discusión para con Gustavo era otro. Nunca se puso en discusión si su obra era arte o no, sino el tipo de arte, es decir, su contenido y profundidad.
En los primeros momentos del auge de Soda cuando el rock nacional emergía a gran velocidad (levantabas una piedra y aparecía una banda que la pegaba), por la cultura y la idiosincrasia argentina, se la posicionó a la banda en una rivalidad ridícula contra Los Redonditos de Ricota. Los argumentos de los fanáticos apuntaban hacia “el barrio o la clase social” que representaba cada grupo, aludiendo quizás que una plasmaba letras con fuertes mensajes y contenidos políticos y sociales, mientras que Soda era más “marketinera” solo con temáticas banales que generen ventas.
En parte puede haber algo de certeza en tales afirmaciones, que se puede explicar sencillamente con el hecho que Gustavo y Zeta Bosio estudiaban juntos publicidad y hasta llegaron a ejercer su profesión. No obstante, la popularidad era un factor que ambos grupos tenían ya que la concurrencia y masividad en los recitales era multitudinaria: en 1991 Soda Stereo tocó en la Avenida 9 de julio de la Capital Federal ante una cifra que oscila entre 250.000 y 300.000 espectadores.
Saldadas estas discusiones, lo que nunca estuvo en discusión es la calidad de composición y sonido, que particularmente Cerati se destacó por ser un innovador constante. Su inspiración inicial fue muy variada pero la banda que lo marcó para siempre fue The Police. El estilo del rock británico fue el punto de partida para que empezara a importar esos sonidos dándole una índole argentina y latinoamericana.
Sin ir más lejos el primer gran éxito de Soda fue haber podido cruzar la frontera y exportar el rock argentino hacia el resto de Latinoamérica: el festival de Viña del Mar fue el punto de quiebre para que el trío pudiera conquistar el resto del continente. Su álbum inicial Soda Stereo, Nada Personal y Signos, les bastó para que se generara un nuevo fenómeno social: la sodamanía. Las guitarras agudas con una distorsión seca, el excelente uso del delay y el reverb fueron la receta perfecta que Gustavo encontró en su búsqueda por la excelencia del sonido para que los éxitos de Soda Stereo marquen el clima de época.
La consolidación como emblema del Rock en español puso a Soda como banda guía que marcaba el rumbo de las nuevas tendencias diversas del momento. Incluso luego de la separación, Gustavo pateó el tablero de ajedrez con su gran obra maestra, Bocanada. Ese álbum marcó un antes y un después en la historia de la música nacional, dónde el sonido de los samplers y la utilización de fragmentos de otras canciones sería el gran acierto.
Ya en la culminación de su carrera y hablando de la última gran obra que nos dejó, Cerati a modo de conclusión lanzó Fuerza Natural. En este último disco podemos encontrar la síntesis de diferentes géneros musicales como rock alternativo, folk rock, indie rock, country alternativo, blues y hasta folcklore combinados entre sí. En la presentación del álbum Gustavo contó que se trataba de un viaje donde “importa más el recorrido y no tanto el destino”. Metafóricamente puede ser la descripción de su vida y trayectoria.
De más está decir la excelencia en la composición de sus letras, llenas de contenidos de la mitología mezclados con fábulas, metáforas y profundos mensajes codificados en un idioma que muchos tratamos de descifrar y cada resultado es mejor que el otro. Muchas de sus letras son premonitorias y a veces hablan de vidas pasadas o futuras.
Como suele definir Leandro Serodino en reiteradas ocasiones: “la música es el arte de combinar sonidos, basados en los principios básicos de la melodía, armonía y ritmo, mediante la utilización de complejos procesos psico anímicos con el fin de evocar ideas, pensamientos, sentimientos y/o circunstancias.”
La explicación de porqué Gustavo fue un arquitecto se puede definir en el diseño. Tomaba cada elemento de la música y no buscaba la velocidad, sino la atmósfera y la emoción en sus creaciones. Cada acorde, cada efecto y cada silencio tenían una intención, creando una experiencia sensorial profunda para los oyentes.
Dijo alguna vez: “el lugar que uno ocupa a partir de todo lo que pasó con Soda Stereo es un lugar privilegiado, siento la responsabilidad de hacer mejor música”. Su capacidad de reinventarse constantemente, tanto lírica como musicalmente, lo mantuvo a la vanguardia de la música. Su legado como "arquitecto del sonido" sigue inspirando a nuevas generaciones de artistas, demostrando su impacto duradero en la música.
Paradójicamente en una entrevista poco antes de su accidente, a Gustavo le preguntaron “qué otro talento le hubiera gustado tener”. Allí confesó que le hubiera encantado ser arquitecto. Nada de su labor nos debería sorprender quizás. Hoy a 11 años de su despedida, lo sentimos y tenemos más vigente que nunca.