El 16 de septiembre de 1976 un grupo de estudiantes secundarios de La Plata fue secuestrado por las fuerzas represivas de la última dictadura militar. Seis de ellos continúan desaparecidos. En 2024, la Justicia condenó a varios de los responsables de aquel feroz operativo que se convirtió en un símbolo de la violencia estatal contra la juventud.
El origen de lo que después se conocería como “La Noche de los Lápices” estuvo en la lucha estudiantil por el boleto estudiantil secundario. La medida había sido aprobada en 1975 durante el gobierno de Isabel Perón, pero en agosto de 1976, ya bajo la dictadura, fue dada de baja. La protesta de los jóvenes se transformó en blanco de la represión.
En La Plata, distintas agrupaciones de estudiantes secundarios con filiaciones políticas diversas -entre ellas la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), la Juventud Guevarista, la Federación Juvenil Comunista y la Juventud Socialista- protagonizaban movilizaciones para exigir la restitución del beneficio.
Ese día, grupos de tareas bajo las órdenes del general Ramón Camps irrumpieron en distintos domicilios y secuestraron a Claudia Falcone (16), Francisco López Muntaner (16), María Clara Ciocchini (18), Horacio Ungaro (17), Daniel Racero (18) y Claudio de Acha (18). Todos eran militantes de la UES.
En los días previos y posteriores también fueron detenidos otros estudiantes como Gustavo Calotti, Víctor Triviño, Emilce Moler, Patricia Miranda y Pablo Díaz. Algunos lograron sobrevivir tras ser “blanqueados” y puestos a disposición del Poder Ejecutivo, pero la mayoría permaneció en centros clandestinos como Arana, el Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes, donde sufrieron torturas y condiciones inhumanas.
Seis de ellos integran la lista de los 30.000 desaparecidos que dejó la última dictadura militar.
“La Noche de los Lápices” no fue un hecho aislado. Formó parte del plan sistemático de persecución política del régimen, que veía a la militancia juvenil como un foco de “subversión”.
En 1977, el propio Ministerio de Educación distribuyó el documento “Subversión en el ámbito educativo (conozcamos a nuestro enemigo)”, que obligaba a directivos y docentes a leerlo en las escuelas. Allí se vinculaba a las protestas estudiantiles con una supuesta “agresión marxista internacional”, equiparando reclamos sociales con “guerra” y “enemigo interno”.
En marzo de 2024, tras un largo proceso judicial iniciado en plena pandemia, el Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata dictó sentencia por los crímenes del llamado “Circuito Camps”. Diez represores recibieron prisión perpetua, entre ellos Federico Antonio Minicucci, Guillermo Domínguez Matheu, Roberto Balmaceda, Jaime Smart y Jorge Antonio Bergés.
Entre los presentes en la sala estaban Emilce Moler, Pablo Díaz y Gustavo Calotti, sobrevivientes de aquella noche, que volvieron a escuchar en primera persona la condena a quienes habían orquestado el operativo represivo.
“La Noche de los Lápices” marcó un antes y un después en la historia argentina. No solo expuso la brutalidad del terrorismo de Estado contra adolescentes que reclamaban sus derechos, sino que se transformó en un símbolo de la militancia juvenil y de la memoria colectiva que año tras año recuerda a las víctimas.
A 49 años, cada 16 de septiembre sigue siendo una fecha de reflexión y de lucha: la de los jóvenes que se animaron a reclamar un boleto estudiantil en medio de una dictadura feroz, y la de un país que sostiene la bandera del “Nunca Más”.